jueves, 17 de enero de 2013

Relato: Invierno Blanco (Cont. VII)

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Todas mis suposiciones hasta ese momento no parecían tener fundamento, lo único que sabía era que no podía quitarme a esa mujer de la cabeza, e incluso en aquel sueño ella fue la única persona con la que pude soñar... tal vez fuese el momento de contar lo que nos había ocurrido en aquella fatídica noche.

Me armé de valor y me dirigí hacia la policía para relatar mis vivencias aquella. Cuando les conté mi historia parecía que ellos no creían lo que les estaba contando, pero aún así prometieron que hablarían con ella. 

Me dirigí a casa de los vecinos a recoger a mi madre, pero cuando entre en su casa me encontré con el cuerpo de mi vecino tendido en el suelo sobre un charco de sangre. Y de la habitación entonces la vi salir, era ella..., esa mujer nuevamente....

- Bienvenido, te estaba esperando

     - ¿Qué haces aquí?

- Como ayer por la noche no viniste a verme me preocupé....

     - ¿Pero cómo....?

- ¿Cómo se que estuviste? ha ha ha, lo sabía desde antes que entrases en mi casa... Tú y yo estamos predestinados a encontrarnos... 

     - ¿De qué hablas? ¿Qué me estás diciendo?

- Cariño... deberías haberte dado cuenta ya lo que deseo.... 

Poco a poco ella se  acercaba a mi con una sonrisa en su cara, humedeciéndose los labios con la lengua y moviendo sus manos como si de un baile se tratase. 

                - !Detente!

      - Madre

- Veo que ya has despertado....

                 - Aléjate de mi hijo....

- ¿Crees que te encuentras en situación de poder exigirme nada...? 

        - Madre, ¡Escape!, no se preocupe por mí

- Acabo de comer, pero.... tal vez debería acelerar la hora de mi cena.  (Dijo aquella mujer mientras seguía mojándose los labios)

                   - Zorra, te mata....

- Ha ha ha, no me hagas reír... tú no serías capaz ni de acercarte a 100 metro de mí....

        - Cómo le hagas algo a mi....

- Ahí ahí, veo que el gatito sabe miagar... pero tendrá uñas para arañar... 

         - Ni lo dudes, te juego que...

- Tal vez tendríamos que comprobarlo. 

Entonces ella se acercó a mi madre, e introdujo su mano en el pecho de mi madre arrancándole el corazón, y mientras me lo mostraba dijo

- Ahora... ¡ARAÑA!

Por: Yohiroshi. 

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